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Walter Espinillo: «El fútbol nos dio una ayuda enorme»

La historia de los hermanos Espinillo es tan dura como superadora. Nacidos y criados en la Villa El Nailon de Alta Córdoba, los dos quedaron ciegos cuando eran chicos, trabajaron en la calle como vendedores ambulantes y encontraron en el fútbol una de las alternativas para salir adelante.

Maxi, de 27 años, hoy es la gran figura del seleccionado argentino de fútbol para ciegos, viene de romperla en los Juegos Paralímpicos de Tokio, donde Los Murciélagos obtuvieron la medalla de plata, fue el abanderado nacional en la ceremonia de cierre y es considerado por muchos como el mejor futbolista de la actualidad en el mundo.

Walter, de 42, jugó en diferentes equipos del país; fue la guía en los inicios futbolísticos del «Messi» de Los Murciélagos y hoy, luego de un tiempo fuera de las canchas, es uno de los refuerzos del Club La Barranca, donde volvió a jugar porque lo hace feliz y para ayudar, desde su experiencia, al crecimiento de la actividad en Santa Rosa.

Superación.
«¡El más grande es La Mona Jiménez, papá!», bromea Walter con su actual entrenador, Esteban Olivares. Mientras hacen trabajos con pelota en la cancha de fútbol reducido del Estadio Municipal junto al resto de La Barranca, el profe advierte que en la interna del equipo lo llaman «Lalo», porque «es el hermano de Maradona».

Walter sonríe, hace los ejercicios junto a Emanuel Frede, uno de los valores locales del conjunto santarroseño que se prepara para los desafíos pos-pandemia, y se acerca a charlar con LA CHUECA. «Me llamaron para jugar en Santa Rosa, me gustó la propuesta, me vine y me encontré con compañeros y profes muy piolas», dice, aún agitado y en su inconfundible cordobés.

«Había dejado hace un largo tiempo y me volvieron a dar ganas de jugar con esta propuesta», agrega el puntero derecho, cuyo último equipo fue Los Gladiadores de Córdoba y que también tuvo pasos por otros elencos de La Docta y por representativos de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y Buenos Aires.

«Siempre jugué al fútbol; desde chico; incluso quedé ciego jugando al fútbol», confía el más grande de los Espinillo. «Tenía 7 años; estaba jugando un campeonato infantil en la villa donde crecí, tiraron un córner desde la derecha, fuimos a cabecear, me empujaron y caí con la cabeza sobre el palo derecho del arco», cuenta con detalles.

«Me afectó el nervio óptico, fui perdiendo la visión y a los 10 o 12 años ya no veía casi nada; perdí definitivamente la vista. Solamente distingo la luz, sé cuándo está de día y cuándo está de noche, nada más», agrega.

– ¿Cómo sobrellevaste esos primeros años después del accidente?
– Me costó mucho; pero lo bueno es que tuve la ayuda de toda mi familia. Al principio fue muy duro porque era chico y no entendía que estaba perdiendo la vista, hasta que jugando a la pelota empecé a tomar conciencia porque ya no la veía bien. Tampoco podía jugar a la bolita o andar en bicicleta, que era lo que hacía siempre. Me costó mucho.

– La historia de Maxi, tu hermano, es similar. Quedó ciego cuando era chico…
– Sí, Maxi quedó ciego a los 4 años. Veía bien, pero tuvo desprendimiento de retina (por un virus) y quedó ciego de un día para el otro. Se crió al lado nuestro y de a poquito fue saliendo; ya a los 6 o 7 años estaba laburando en la calle con nosotros y a los 10 años lo llevé a jugar al lado mío en Santiago del Estero. Para él también el fútbol era y es una pasión.

– ¿Qué importancia tuvo el fútbol en esa nueva vida de ambos?
– El fútbol nos dio una ayuda enorme, a mí primero y a mi hermano después. Aprendimos a desarrollar más los oídos, que para los ciegos es la vista, y eso es clave para jugar y para el día a día. Y era la posibilidad de seguir haciendo lo que amamos.

– Mientras, tenían que ganarse la vida en la calle…
– Sí, siempre al fútbol lo hice por pasión, pero no de manera profesional porque el fútbol para ciegos no es profesional. Toda mi vida anduve vendiendo en la calle, en Córdoba. Tengo una familia, con una hija de 11 años (Leila Nair) y mi señora (Roxana Julieta), y aún hoy vivo de la venta ambulante. Lamentablemente no hay otra ayuda, más allá de la pensión de discapacidad que da el gobierno y que es una ayuda más, pero con eso solo no alcanza.

Orgullo.
Maxi Espinillo vive hoy en Santa Fe, donde juega para Los Buhos, y es la gran figura del seleccionado argentino. En los recientes Juegos Paralímpicos de Tokio hizo siete goles para llevar a Los Murciélagos a la medalla plateada (perdieron la final 1-0 con Brasil) y esa actuación le valió ser elegido como el abanderado de la delegación nacional para la ceremonia de clausura.

«Es un orgullo llevar el apellido Espinillo», dice desde Santa Rosa Walter, uno de los eslabones más importantes en el desarrollo del «Messi» del fútbol para ciegos, a quien ven como el sucesor de Silvio Velo, el mejor jugador argentino de la historia. «Maxi llevó el apellido muy lejos y trascendió las fronteras haciendo lo que más le gusta, que es jugar al fútbol. Estoy muy orgulloso por él», cierra el hermano mayor, el que le enseñó los secretos de patear, gambetear y llevar una pelota sin la posibilidad de verla, pero sintiéndola como nadie.

«Las empresas no nos dan pasajes»
La Barranca de Santa Rosa es uno de los tantos equipos que perdieron competitividad con la pandemia. Volvieron a entrenar a medida que se fueron levantando las restricciones y hoy están trabajando de cara a las competencias (tipo encuentros) previstas antes de fin de año y a la Liga Nacional 2022.

El equipo pampeano, dirigido por Esteban Olivares, cuenta con ocho futbolistas, de los cuales uno llegó como refuerzo desde Mendoza y dos de Córdoba. Walter Espinillo es una de esas incorporaciones, que cada tanto viaja para entrenar y aportar experiencia a sus compañeros, aunque no con toda la continuidad que quisiera.

«Venimos lo que más podemos, pero cuesta mucho conseguir pasajes con el certificado de discapacidad. Lamentablemente las empresas no nos dan pasajes; por eso está muy complicado, si no vendríamos más seguido», se lamenta Espinillo.
«Mi intención es jugar la Liga, tener rodaje y dejar bien parada a La Pampa a nivel nacional. Sumar una nueva experiencia, conocer y que nos conozcan», concluye.

Fuente: laarena.com.ar